3 Aquel mismo día dio una señal diciendo: «Esta es la señal de que
Yahveh habla: el altar va a romperse y se va derramar la ceniza que hay
sobre él.»
4 Cuando el rey oyó lo que el hombre de Dios decía contra el altar de
Betel, extendió su mano desde encima del altar diciendo: «Prendedle.»
Pero la mano que extendió contra él se secó y no pudo volverla hacia sí.
5 El altar se rompió y se esparció la ceniza del altar según la señal que
había dado el hombre de Dios por orden de Yahveh.
6 Respondió el rey al hombre de Dios: «Aplaca, por favor el rostro de
Yahveh tu Dios, para que mi mano pueda volver a mí.» Aplacó el hombre
de Dios el rostro de Yahveh, volvió la mano al rey y quedo como antes.
7 Dijo el rey al hombre de Dios: «Entra en casa conmigo para
confortarte y te haré un regalo.»
8 Dijo el hombre de Dios al rey: «Aunque me dieras la mitad de tu
casa no entraré contigo y no comeré ni beberé agua en este lugar,
9 porque así me lo ha ordenado la palabra de Yahveh: No comerás pan
ni beberás agua ni volverás por el camino por el que has ido.»
10 Y se fue por otro camino, no volvió por el camino por donde había
venido a Betel.
11 Vivía en Betel un anciano profeta. Vinieron sus hijos y le contaron
cuanto había hecho aquel día el hombre de Dios en Betel, contaron a
su
padre las palabras que dijo el rey.
12 Su padre les dijo: «¿Por qué camino se ha ido?» Sus hijos le
mostraron el camino por el que se fue el hombre de Dios que vino de Judá.
13 Dijo a sus hijos: «Aparejadme el asno.» Y aparejaron el asno y se
montó sobre él.
14 Fue en seguimiento del hombre de Dios y le encontró sentado bajo
el terebinto y le dijo: «¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá?»
El respondió: «Yo soy.»
15 Le dijo: «Ven conmigo a casa y comerás algo.»
16 Respondió: «No puedo volver contigo ni puedo comer pan ni beber
agua en este lugar
17 porque la palabra de Dios me dijo: No comerás pan ni beberás agua
ni volverás por el camino por el que viniste.»
18 Pero él le dijo: «También yo soy profeta como tú, y un ángel me ha
hablado por orden de Yahveh diciendo: Hazle volver contigo a tu casa para
que coma y beba agua», pero le mentía.
19 Se volvió, pues, con él y comió pan y bebió agua en su casa.
20 Estando ellos sentados a la mesa, fue dirigida la palabra de Dios al
profeta que le había hecho volver,
21 y gritó al hombre de Dios que vino de Judá, diciendo: «Así dice
Yahveh: Porque has desobedecido la voz de Yahveh y no has guardado la
orden que Yahveh tu Dios te había dado,
22 sino que te has vuelto y has comido pan y has bebido agua en el
lugar del que dijo: No comerás pan y no beberás agua, tu cadáver no entrará
en la tumba de tus padres.»
23 Después de haber comido y bebido, el profeta que le había hecho
volver le aparejó su asno.
24 Partió, y un león le encontró en el camino y le mató; su
cadáver
yacía en el camino y el asno permanecía junto a él; también el
león
permanecía junto al cadáver.
25 Pasaron algunos hombres que vieron el cadáver tirado en el camino
y al león que permanecía junto al cadáver; entraron y lo contaron
en la
ciudad en que vivía el anciano profeta.
26 Lo oyó el profeta que le había hecho volver del camino, y dijo: «Es
el hombre de Dios que desobedeció la orden de Yahveh, y Yahveh lo ha
entregado al león que le ha destrozado y matado, según la palabra
que le
dijo Yahveh.»
27 Habló a sus hijos diciendo: «Aparejadme el asno», y se lo
aparejaron.
28 Partió, y halló el cadáver tendido en el camino, y al asno y al león
que permanecían junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni
había destrozado al asno.
29 Levantó el profeta el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre el
asno y lo trajo. Entró en la ciudad el anciano profeta, le lloró y le sepultó.
30 Depositó el cadáver en su propio sepulcro, e hicieron la
lamentación sobre él: «¡Ay, hermano mío!»
31 Después que le hubo sepultado, dijo a sus hijos: «Cuando yo
muera, me sepultaréis en el sepulcro en que ha sido sepultado el hombre de
Dios; junto a sus huesos depositaréis mis huesos,
32 porque con toda certeza se cumplirá la palabra que por orden de
Yahveh gritó contra el altar de Betel y contra todos los santuarios
de los
altos que hay en las ciudades de Samaría.»
33 Después de esto no se volvió Jeroboam de su mal camino, continuó
haciendo sacerdotes para los altos de entre el pueblo común; a todo el que
lo deseaba le investía como sacerdote de los altos,